Internos de la Unidad 46 enviaron un regalo al Papa Francisco

San Martín, 19/10/16. Recientemente el Padre Pepe Di Paola visitó al Papa Francisco en el Vaticano y le llevó un presente realizado por los internos en la carpintería que funciona en la Unidad 46.

 

A continuación se transcribe una publicación del medio periodístico italiano La Stampa, escrito por el periodista Alver de Metalli, el cual se traduce al español:

El avión del "Padre Pepe" aterrizó en el Vaticano.

Lo construyeron los internos de la cárcel cercana a la villa con la que colabora el cura argentino, y aterrizó en las manos del Papa.

Alver de Metalli

El jueves, 25 de agosto, un pequeño avión cruzó la plaza de San Pedro dirigiéndose directamente hacia la residencia del Papa Francisco, en medio de los jardines  vaticanos. Lo piloteaba el cura argentino José María Di Paola que luego entregó a la aeronave a su ex arzobispo de Buenos Aires. Este último no se resistió y dócilmente permitió que lo fotografiaran con el avión en la mano. "Es uno de los  juguetes que los detenidos de la Unidad 46 de José León Suárez han fabricado para los  niños de la villa", aclaró el Padre Pepe, quien visitó por segunda vez al Papa argentino apenas concluyó su participación de la Junta Rimini. Fue una larga visita, donde, entre mate y mate, fluyeron reflexiones sobre el pasado y el presente de la historia argentina. Y así como en 2013 llevó a la casa Santa Marta una avalancha de cartas que le enviaba la gente de la villa, en esta oportunidad  transportaba el curioso avión que los puntillosos guardias suizos permitieron pasar, advertidos  de que se trataba de un "mensaje" inofensivo para el Papa.

¿Cuál era el mensaje y quien lo enviaba?

El pequeño avión de madera pintado con los colores de la Santa Sede decoló de los alrededores de  la villa La Cárcova, un barrio pobre de la periferia de Buenos Aires, donde el cura villero vive desde hace cuatro años. Cruzó el Atlántico y después de un vuelo de 13 mil kilómetros aterrizó en la plaza San Pedro. El grupo de presos que lo armó le dio el nombre de "Construyendo Sueños", y pidió que sea entregado al Papa como signo de la esperanza que les ha trasmitido a sus vidas de reclusos. "Se sienten muy identificados con el mensaje del Papa, tienen su retrato en la cárcel y en la medida que les permita  su situación siguen la misión que él desempeña en el mundo", asegura el Padre Pepe Di Paola.

La relación de los presos argentinos con las villas del Padre Pepe comenzó en 2013, cuando el sacerdote comenzó a visitar la prisión con un grupo de colaboradores. Esa relación después trajo otras como el grupo de operadores del  "Hogar de Cristo Gauchito Gil", donde cerca de cuarenta chicos tratan de escapar de las garras de la adicción a las drogas que, en la villa del Padre Pepe golpea duro y donde ni las rejas de la prisión son una barrera suficiente para que  muchos caigan en el consumo y la distribución de drogas. "Vamos a la cárcel para compartir experiencias, mate, unas galletas y un montón de voluntad de amistad, ofreciéndoles a los internos la oportunidad de acercarse a Dios. El objetivo es formar una comunidad entre los que están adentro y los que están afuera, una comunidad que ayude a mejorar el futuro, y de hecho que ayude a hacer posible un futuro incluso para aquellos que sienten que no lo tienen". Cuando cruzan los muros de la prisión los visitantes rezan una oración con los internos, una oración que expresa con facilidad el dilema de un adicto a las drogas y su pedido de ayuda: "Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia entre la primera y la segunda".

El grupo de internos de la cárcel – algunos con graves condenas – trabajan en la carpintería interna donde fabrican y donan muebles para escuelas, parroquias, y comedores de la villa cercana.  El Padre Pepe y sus amigos los ayudan con la materia prima. "Les conseguimos la madera, clavos, masilla y ellos ponen su trabajo,  hacen milagros", agregó el sacerdote.  A pedido de los internos se entregó en las manos del Papa el avión que es signo de libertad interior y esperanza.

"Al Papa le gustó mucho el avión", dijo el Padre Pepe. "Le conté la historia de estas personas y de los años de cooperación con nosotros y el los alienta para continuar por este camino, les agradeció por la iniciativa de ayudar a los niños pobres que son tratados socialmente como descarte y, de hecho, dijo que espera que las autoridades de la prisión los apoyen”.

OJ

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