Interna alfabetiza a sus compañeras en la Unidad 8 de Los Hornos

Los Hornos, 18/02/19.- Durante el receso escolar de verano, en la Unidad 8 de Los Hornos, un grupo de 10 internas están siendo alfabetizadas por una compañera. El proyecto surgió como iniciativa de la subdirectora del área Asistencia y Tratamiento, Zulma Peñaloza, y es implementado gracias a la organización de la subjefa de Tratamiento, Ana Suárez, y la interna alfabetizadora, Vilma Parra.

 

Si uno busca el concepto alfabetizar en el diccionario encontrará que “es enseñar a leer y escribir”, pero en el seno de la Unidad esta práctica se transforma en mucho más que eso. Como cuenta Vilma, el número de alumnas fue variando. Empezaron algunas y después llegaron otras hasta estabilizarse en unas 10, aproximadamente.

A las clases concurren dos veces por semana y en forma voluntaria. Al ser libre la decisión de asistir, el compromiso y los logros adquieren otro sentido.

El nivel que traen al espacio es variado. Está el grupo que puede reconocer las letras, pero que no puede formar ninguna palabra; los que registran todo el abecedario y saben distinguir entre vocales y consonantes. Después, hay otros casos que no saben las letras y tienen que aprender a dibujarlas, entonces la tarea es de copiado para aprender a identificarlas.

“Lo más interesante en este ida y vuelta -expresa gratificada la alfabetizadora- es ver cómo van perdiendo el miedo, porque muchas tienen temor. El principal límite a vencer es la vergüenza que sienten entre las pares, pero cuando ven que a otras les pasa lo mismo, no hay discriminación”.

La confianza en el proceso de alfabetización es fundamental. Que Vilma sea una privada de libertad, genera más empatía y seguridad al resto. Vencer el miedo, la timidez y el “no puedo” es el primer gran paso.

“El miedo comienza a vencerse cuando pasan al pizarrón”, aseveró Vilma y continuó: “Cuando se exponen a la mirada del otro. Y cuando el miedo se puede poner en palabras es que ya empezó el proceso de vencer la limitación, se pierde el cuco y pueden escribir en todo el pizarrón algo que sienten. Las letras forman palabras y las palabras se pueden elegir; es un acto de libertad”.

Los recursos pedagógicos más utilizados durante los encuentros son las revistas, que tienen la ayuda del soporte fotográfico, y el pizarrón. Comienzan distinguiendo las letras, mayúsculas de minúsculas, imprenta y cursiva, y se busca poder identificarlas sin dificultad. La dinámica elegida es tomar una palabra como disparador y, a través de la asociación libre, cada una crea una nueva, entonces ahí se comparte con el resto. Cada una la copia en el pizarrón, con los pocos o muchos elementos que tiene y todas son respetuosas ante la dificultad de la compañera. El proceso es muy significativo en la autoestima. “Lo más importante, es salir valiendo más que cuando entramos; dependiendo menos de otros, estando menos expuesta al juego de abusador/abusado, en definitiva, con mayor libertad”, contó Vilma desde su experiencia como detenida.

Algunas de las asistentes reconocen las letras, pero no saben de puntuación o de reglas gramaticales y ortográficas, se confunden u olvidaron cómo se escribía. “Muchas de las que estamos presas, transitamos un momento de “amnesia”, es algo muy frecuente cuando uno pasa de la vida normal a la vida en prisión. No porque la prisión sea mala o porque el sistema lo provoque, sino porque es el proceso natural del alma y de la mente cuando tiene que pasar por algo traumático. Eso genera un montón de consecuencias, es como que la persona se tildó y para salir de ese estado, el primer paso, es poder ponerlo en palabras, ser consciente. Cuando lo compartís, te sentís acompañada, y eso es mucho mejor”, aseguró la instructora.

La expectativa del taller de alfabetización es que cada una de las internas pueda escribir una carta de amor a quien quiera, a una madre, un padre, a una pareja o una carta de despedida a alguien que ya no está.

El placer de la tarea cumplida para la alfabetizadora responde a un lema que a ella la sostiene y la sana “Haz lo que puedas, con lo que tengas, estés donde estés”. Y reflexiona filosóficamente: “Si esperas lo que no tenés, no vas a hacer nada. Poder y tener tienen mucho que ver. Si comprendemos que una se tiene a una misma, entonces puede. Si esperamos a que el otro venga, que el otro pueda, que el otro nos registre, que nos aliente, que nos de aprobación o reprobación, que nos devuelva un valor, no dejamos de ser niños. La cárcel te ofrece la posibilidad de ese encuentro con una misma, somos un proceso de mutación entre lo que elegiste ayer y lo que podés elegir hoy. Es la libertad que cada una tiene, esté donde esté. El costo de la libertad es ser consciente del proceso de elección, de las decisiones que se tomen en la vida”.

Vilma Parra, alojada en el Régimen Abierto de la Unidad, ingresa los miércoles y viernes hasta la escuela que está en el área del penal con una planificación previa de lo que va a trabajar y relata: “Voy a cada encuentro con una consigna de trabajo, pero estoy abierta a la construcción grupal. Son mis pares y yo me leo en ellas. A veces surge un momento de llanto y compartimos ese instante, lo dejamos salir. Alguna que viene angustiada, porque recibió una mala noticia, de su causa judicial, de algún familiar o simplemente angustia por el encierro. Esas emociones las tomamos y las usamos como disparadores, las nombramos, las escribimos en el pizarrón y empieza a suceder la magia, entonces algo empieza a sanar”.

Hay que trabajar el ser consciente de la palabra, cuando escribís, escribís en tu alma también. Si sos consiente de lo que querés escribir, qué palabra elegís trabajar, esa palabra te trabaja a vos, modifica tu alma.

Entonces queda claro que alfabetizar es mucho más que aprender a leer y escribir, ese acto forma la posibilidad de construirse sujeto consciente de su realidad que, empoderado, puede proyectar una propia y nueva vida.

Prensa U8/MTD

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