El ex director de “Punta de Rieles” visitó la Unidad 48

San Martín, 30/11/15. Rolando Arbesún Rodríguez, un psicólogo cubano con el corazón puesto en Uruguay, visitó el penal de San Martín para contar cómo funciona “Punta de Rieles”, la prisión que se ubica en las afueras de Montevideo que busca cambiar el sistema carcelario y, a su vez, bajar la reincidencia.

 

La cárcel, cuyo nombre se debe al lugar donde culminan las vías del tren, inauguró en el 2010 con cuarenta detenidos. Actualmente, cuenta con quinientos presos que tienen condena, al menos, de primera instancia. Durante la dictadura militar uruguaya, “Punta de Rieles” fue conocida como el “Centro de Detención Militar Número 2”.

Arbesún Rodríguez contó que fue un comisario quien creó la prisión que hoy dirige Parodi. Sin embargo, dejó entrever la transformación que se logró mientras estuvo a cargo y dijo: “Este proceso de transformaciones que nosotros hemos llevado a cabo implicó un cambio cultural en la jerga carcelaria donde se establece que el preso no construye prisiones. La apuesta nuestra fue que había que pintar, había que podar, había que limpiar y había que poner lindo el lugar. Lo que empezó a pasar es que ellos cuidaban y querían el lugar donde estaban viviendo. Para que se entienda como caí allí les cuento que yo había renunciado al Sistema Penal Adolescente por discrepancias y era consultor de Naciones Unidas. El 7 de diciembre del 2012, por orden de un ministro, asumí el mandato de que “Punta de Rieles” fuera la punta de la lanza para transformar el sistema penal uruguayo”.

Al momento de imaginar cómo funciona la prisión lo mejor es visualizar en su cabeza cualquier pueblo. “Punta de Rieles” tiene un almacén, un supermercado, una confitería, una peluquería, una panadería, una productora de pan rallado que compite con el pan Bimbo y una chivitería. “Podría enumerar hasta treinta y siete emprendimientos, lo que indica que es un pueblo donde suceden las mismas cosas que afuera, sin desconocer que es una cárcel en la que la privación de libertad se vive de otra manera. Su dinámica de trabajo y su dinámica de vida es la misma que tiene una pequeña ciudad. Además, sus calles tienen nombre y, cuando algo se nomina, empieza a transformarse en otra cosa. Hay una avenida que se llama ‘18 de julio’ que es la de la entrada”, enfatizó Rolando.

En cuanto a la dinámica funcional del establecimiento penal, el ex director de “Punta de Rieles” explicó: “Allí existen ciertas reglas, reglas de convivencia. El principio de seguridad que está instalado en la prisión no es el panóptico sino que se basa en que cualquiera puede ver cualquier cosa, desde cualquier lugar. El máximo de transparencia se da cuando uno ve todo el movimiento. El ochenta por ciento vive de puertas abiertas. Las únicas puertas que se cierran en nuestra prisión son las de salida al exterior. Los presos habitan en unas barracas antiguas refaccionadas. A las siete y media de la mañana los operadores penitenciarios, que están de guardia, tienen un listado con el nombre de los operarios que tienen que salir a trabajar y saben hacia dónde van. El movimiento se controla en base a unos chalecos reflectivos. Quienes trabajan en el área industrial llevan unos naranjas, y los que lo hacen en el área agrícola, tienen otros de diferente color. Los presos comen en sus lugares de trabajo y a las seis de la tarde emprenden el regreso. A las diez de la noche se cierran las barracas”.

Si bien el psicólogo cubano hizo hincapié en el diálogo y en las reglas de convivencia, más que en las medidas de seguridad, reconoció que en “Punta de Rieles” hay dos reglas que no se pueden incumplir: “La primera es que no se pueden traficar drogas; si sos un consumidor, sos parte de mi problema y laburo contigo pero, lo que no puedes ser, es un narcotraficante. Si eso ocurriera, regresas a la prisión de donde venías o a un lugar de mayor seguridad. Y la segunda, tiene que ver con no encontrar ningún objeto cortante ya que no existe ningún justificativo para tenerlo”, advirtió Rolando.

El porcentaje de reincidencia de “Punta de Rieles” es menor al dos por ciento. Arbesún Rodríguez contó que cuando un prisionero sale de la prisión le dicen: “Macho: cuando la cosa se ponga muy dura afuera regresá al lugar donde te quieren. Y no regreses como preso, volvé a pedir ayuda antes de mandarte la macana”. En este sentido, sentenció: “No hay que dejar solo al preso, porque la libertad de quien no tiene a nadie afuera es terrible”.

Antes de despedirse, Rolando agradeció el espacio cedido por el Servicio Penitenciario Bonaerense, la gentileza del director de la Unidad 48, Paulo Vera, y reconoció: “Una de las cosas que yo envidio de acá es la posibilidad de que ingresen las universidades a la prisión. Nosotros no pudimos hacerlo. Lo que pudimos hacer es que algunos puedan salir a estudiar”.

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